La historia (verdadera) de Alvin Straight. "Straight" significa "recto", "correcto", así que el título en inglés (The Straight Story) lleva implícito un juego de palabras entre el apellido (real) del protagonista y lo correcto de su comportamiento en la película. Me sorprendió ver juntos en esta producción a David Lynch y Walt Disney (la casa productora). Lynch se aleja de sus obras habituales, que suelen ser efectistas, misteriosas y algo retorcidas. Porque ésta es una auténtica producción Disney para toda la familia con una historia humana de buenos sentimientos sobre una anécdota real sucedida en el medio oeste americano. Leo después de ver la película que un corta-cesped acompañó el cortejo fúnebre del protagonista tras su muerte tres años después de los hechos (o el hecho) que se narran aquí.
Es una road-movie, lo que siempre da juego porque permite encadenar personajes y localizaciones a lo largo del viaje con total naturalidad, con las dos peculiaridades que la hacen entrañable. Una, la edad y estado físico del viajero (francamente preocupante), y dos el medio de transporte utilizado, un pequeño tractor de la marca John Deere (emblema americano).
El ritmo es pausado, melancólico, contemplando los paisajes de Iowa, los campos de maíz, las tormentas. La banda sonora es del músico habitual de otras películas de David Lynch, Angelo Badalamenti, y puntúa muy oportunamente ese viaje hacia la reconciliación. Me ha llamado la atención el murmullo de la vida silvestre que se oía fuertemente en algunos momentos. Supongo que la visión en pantalla pequeña no habrá hecho justicia a la fotografía de las tierras y los cielos de Iowa (y Wisconsin).
Los diálogos, en consonancia con el tono general, son escuetos (como la he visto en versión original es un detalle a agradecer) y todo lo que dice Alvin es lo que nos gustaría decir a todos en ocasiones semejantes, aunque normalmente no acertamos a hacerlo. Los demás personajes se contagian irremediablemente de la bondad del protagonista y la solidaridad general resulta reconfortante.
En resumen una aleccionadora historia que propugna que la superación personal es posible incluso a los 73 años y con graves problemas de salud (tal y como enumera al principio el médico del que Alvin pasa olímpicamente). Se siguen con interés las peripecias del viaje y se disfruta de la serenidad que trasmite.
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